31.10.10

El Ámbito de los Dólmenes de Antequera,

El Ámbito de los Dólmenes de Antequera, declarado Zona Arqueológica, por Sandra


La Junta integra la protección de la necrópolis megalítica, el yacimiento calcolítico del Cerro de Marimacho y una villa romana
El día 27 de Enero del presente año el Consejo del Gobierno acordó inscribir en el Catálogo General del Patrimonio, en la sección de Zona Arqueológica, al Ámbito de los Dólmenes de Antequera, en Málaga. Junto con las construcciones megalíticas de Menga, Viera y Romeral, ya declaradas monumentos histórico-artísticos a principios del siglo pasado y ahora con una mayor protección, el conjunto está integrado por el poblado calcolítico del Cerro de Marimacho y una villa romana.
La nueva zona arqueológica ocupa un terreno de 219.802 m. cuadrados, a los que se les debe de añadir un entorno protegido de 1,29 millones de m. cuadrados. La necrópolis se ubica en una elevación sobre una vega muy cerca de Antequera. Los tres sepulcros dolménicos que la intengran conservan el túmulo orignal, esto no es muy frecuente en el megalitismo malageño, cada uno de ellos tienen diferencias muy apreciables tanto técnicamente como formalmente.

El dolmen de Menga, una de las cumbres de la arquitectura megalítica de la Prehistoria europea, destaca por sus grandes dimensiones, con un diámetro de 50 m. , el túmulo se cubre con 3000 m. cúbicos de tierra y rocas.
Para la construcción del dolmen fue aprovechado un promontorio en cuya roca virgen se realizó una fosa ancha y alrgada, en donde fueron colocados los ortostatos (piedra verticales) y encima de ellos las losas. Hay tres zonas: un atrio, un corredor y una cámara funeraria. En este último espacio destacan tres enormes pilares, un recurso constructivo muy tipico en el megalitismo europeo.
El segundo de los dólmenes (Viera) es un sepulcro de corredor con un pasillo de 19 m., segmentado en dos tramos por una puerta, por la cúal se accede a una pequeña cámara de solo 1,6 m. de altura.
El último, el dolmen del Romeral se diferencia con los anteriores por el empleo de mampostería en paredes y bóvedas, en vez de lajas. Consta de un corredor de 26 m. que nos permite el acesso a la cámara funeraria, en donde hay otro pasillo más pequeño que nos da paso a una segunda cámara.

Respecto a los contenidos funerarios de estos sepulcros, apenas si se han podido recuperar cuencos de cerámica, pequeñas herramientas realizadas en sílex, varias hachas de piedra pulida y algún punzón de cobre. Sus paredes conservan interesantes ejemplos de arte esquemático, especialmente las oquedades realizadas en los ortostatos del corredor de Viera y los motivos antropomorfos y con forma de estrella en Menga.

Cerca de los dólmenes está el segundo de los yacimientos que integran la zona arqueológica: el asentamiento del Cerro de Antequera o Cerro Marimacho, un pequeño poblado calcolítico en el que se han encontrado ceramica campaniforme.

El otro yacimiento incluido, y relacionado con el anterior por ocupar parte de su espacio, se corresponde con una villa romana conocida como Carnicería de los Moros. Aún no ha sido excavada, pero se aprecian los restos de algunas de sus estructuras, como el ninfeo o monumento dedicado a las ninfas acuáticas.
El Ámbito de los Dólmenes de Antequera se suma al rico patrimonio arqueológico protegido en este municipio malagueño y entre los que destacan, entre otros yacimientos, los de Arastipi, Alcaide, La Estación, La Angostura y El Gallumbar.

Dólmenes de Antequera Uno de los grandes misterios de ese tiempo oscuro que llamamos Prehistoria es el de las construcciones megalíticas, muy abundantes en nuestra provincia.
Al noreste de la ciudad de Antequera se encuentra uno de los mejores y más conocidos exponentes del megalitismo español, el conjunto dolménico de Menga, Viera y el Romeral.
En menos de tres kilómetros se nos representan tres tipos de dólmenes: de galería el dolmen de Menga, de corredor el de Viera, y de falsa cúpula o toloi el del Romeral. Esta concentración es señal inequívoca de la importancia y sacralidad que esta tierra debió tener durante el extenso tiempo que debió mediar entre la construcción del más antiguo, tosco y ciclópeo que es Menga, y la del más moderno y refinado, de influencia oriental, que es el Romeral.
El Dolmen de Menga
El dolmen de Menga es un dolmen de galería cubierta y planta casi rectangular. La zona considerada como “cámara sepulcral”, al fondo, está compuesta por 7 ortostatos a cada lado y uno al fondo. El conjunto se cubre con cinco enormes losas, siendo la última la más grande, de unos 6 m de longitud por 7 de lado, y un peso aproximado de unas 180 toneladas. Estas losas del techos son tan enormes que se pusieron tres pilares de sección cuadrada centrales como apoyo complementario. Está cubierto, como los otros dos monumentos antequeranos, por un túmulo de tierra. Es uno de los dólmenes más espectaculares de la península Ibérica y, probablemente, de toda Europa.
El Dolmen de Menga
Tallados en la roca de la entrada se encuentran unos enigmáticos símbolos ideomorfos, que se han encontrado también en diversas cuevas de la Península Ibérica.
El Dolmen de Menga
El de Viera, a unos 70 m de Menga, es un dolmen de corredor. Presenta tres puertas que diferencian un pasillo, un corredor y una cámara final. Las puertas que limitan el corredor son dos piedras agujereadas de medio metro de grosor. Al final se encuentra la llamada cámara sepulcral, de base cuadrada y factoría similar a la del corredor, si bien las piedras son de mayor tamaño.
El Dolmen del Romeral
El Romeral es un monumento que se aleja un poco del tipo “dolmen”, pues está constituido por piedras de menor tamaño, muy parecido al de Viera en cuanto al pasillo y la cámara final, que en el de El Romeral se continúa con otra cámara menor. Dicha cámara final es de base circular y techo en falsa bóveda, muy similar a los templos micénicos. La falsa bóveda está constituida por una superposición de piedras en capas sucesivas que sobresalen hasta casi cerrar el techo, cuyo agujero final tapa un megalito.
El Dolmen del Romeral
¿Qué pueblos fueron los constructores de estas magníficas obras? ¿Qué técnicas pudieron emplear?
El Dolmen del Romeral
Los arqueólogos se imaginan un pueblo del tiempo llamado Calcolítico, entre el 3.000 y el 2.000 a.C. Un pueblo primitivo que viviría de la agricultura y la ganadería, con una organización tribal y bárbara. Sin embargo, en la construcción de éstos monumentos, sobre todo en el dolmen de Menga, el más antiguo, además de las rudimentarias herramientas de piedra y bronce, necesitarían un buen conocimiento de la palanca, suponiendo que las losas mayores, de hasta 180 toneladas, pudiesen ser transportadas y levantas con los dichos medios.
También haría falta una densidad de población y organización social muy superior a la de una simple aldea o tribu aislada. Con una jerarquía claramente establecida. Y sobre todo, una idea fuerte y poderosa, capaz de movilizar tanto esfuerzo y dedicación en una obra de duración milenaria.
¿Qué impulsó a aquellos hombres primitivos a construir tales maravillas concentradas en un espacio tan reducido?
A pesar de las explicaciones de los arqueólogos, las llamadas “cámaras funerarias” no tienen rastros de esqueletos humanos que las puedan identificar como tumbas. En la cueva de Menga sólo se han encontrado dos hachas de piedra pulida, y en las de Viera y el Romeral se han encontrado algunos útiles de sílex y hueso, y algún resto de cerámica. Se alude a la cantidad de tiempo que han estado expuestos a la expoliación, pero, ¿acaso a los rústicos campesinos medievales o modernos podría interesarles tanto el asunto como para robar también los esqueletos?
Fuesen construidos por esforzados aldeanos hace 5.800 a 4.500 años o por alguna enigmática civilización desconocida de la misma o mayor antigüedad, lo que podemos percibir en estos templos prehistóricos, si nos ponemos en el estado de conciencia adecuado, es un sentimiento de respeto, asombro y admiración, al sentirnos dentro de un misterio.

JESUS - CRISTO - MITO no personaje historico 2

Jesus , 3000 años antes de Cristo 
Claude-Brigitte Carcenac Pujol

Grijalbo    328 páginas

  ...la certeza, de que el Cristo descrito en los cuatro evangelios sinópticos es un precipitado de mitologemas anteriores, aunque no queda claro si podemos concluir que son tan sólo un cúmulo de tradiciones anteriores o si los Lucas, Mateo, Juan y Marcos (suponiendo que existieran) "ambientaron" una historia real con los datos de su "sueño cultural".

El problema es que, con tiempo y una caña, es fácil buscar arquetipos comunes entre diversas culturas. Y si tomamos un mito muy concreto en el tiempo y en el espacio, el de Cristo, que se produce en unos 30 años de transcurrir vital y lo contrastamos con 3.000 años de vida mítica y cultual egipcia… lo sorprendente es que no encontráramos similitudes.

Punto por punto, raro es el pasaje novotestamentario que no tiene precedentes, a veces turbadores, en la religión egipcia y es un hecho evidente que la historia de estos dos pueblos antiquísimos, el hebreo y el egipcio, debieron tener a lo largo de los siglos múltiples contactos e intercambios. 


Mutuas influencias en ambos sentidos, que hacen difícil separar lo que es de cada cual. Al fin y al cabo los hinterland respectivos están muy cercanos, no olvidemos que la brecha de Suez es muy reciente en la historia.

El trabajo de la autora es sistemático y abundan los cuadros comparativos donde se contrastan los cuatro evangelios cristianos con diversos mitos egipcios. Y las similitudes son, frecuentemente, turbadoras…

Enumerarlos sería largo, aunque apasionante. 

¿no es acaso san Pedro con sus llaves muy parecido al Anubis Psicopompo?

Ya el griego Atrapan mantuvo en la antigüedad la tesis del origen judío de toda la cultura egipcia. Abraham y Moisés habría sido no sólo líderes hebreos, sino maestros de los egipcios, a quienes hubieran transmitido la astronomía, la filosofía y hasta la escritura jeroglífica.

H. Brunner, entre otros, ya señaló hace tiempo que la narración de la infancia de Jesús en los evangelios es inimaginable sin la influencia de mitos egipcios.

La propia María, sería una Mirjam ("vidente" o "dama"), nombre egipcio que significa "La Amada de Amón".
La huída de Jesús y María hacia Belén recuerda sorprendentemente el viaje de Isis a las tierras del Delta, acogida finalmente en la casa de un modesto pescador.

Sorprende también la anunciación bíblica a los pastores, por cuanto, en Israel, era un gremio bastante desprestigiado y equiparado a los ladrones. De hecho su testimonio no era válido ante un tribunal. Así que resulta extraño que los ángeles los eligieran para "dar fe" de la llegada del Salvador.

También la ofrenda de oro, incienso y mirra, que hacen los Magos, pertenece al mundo egipcio, pues estas son las tres "emanaciones" o secreciones de los dioses.

Hasta la circuncisión parece tener un origen egipcio, aunque no estaba tan extendida como entre los judíos.

Pero es la fábula de Osiris la que más parecidos guarda con la vida de Jesús. Tantos que parece difícil no establecer el origen del mito cristiano en el antecedente egipcio.

La creencia en un Salvador o Mesías (llamado además, El Hijo del Hombre) es recurrente en Egipto, durante siglos.

También Horus (definido como El Camino, la Verdad y la Vida) recuerda mucho a Jesús y otro tanto podría decirse de la "pesca de almas" (representada incluso gráficamente en algunos bajorrelieves egipcios), del Juicio Final (con balance y pesaje de almas incluido), así como el Infierno y el Cielo.

Conceptos tan familiares al cristianismo como es la execración de las riquezas y la condena de los ricos, lo mismo que la exaltación de la pobreza, son también de origen egipcio: "Si una cosa te pertenece, da una parte a Dios, es decir a los pobres" y hay en el mundo nilótico conceptos muy semejantes a las Bienaventuranzas.

Hasta la comunión, con las dos especies, recuerda al consumo de la sangre de Osiris… sino fuera porque es idéntico a los ritos mitráicos, mucho más recientes. (1). Los fieles egipcios, llegados al cielo, degustarán el "pan de la eternidad" y la "cerveza de la eternidad".

Algo más traído por los pelos parece la equiparación entre el episodio en el que el faraón Ramsés II durante una batalla se ve separado del grueso del ejército y está a punto de morir, con el episodio del monte de los Olivos. Aunque Ramsés se sienta abandonado de su padre Amón y se queje amargamente de su soledad (y aunque se ofrezca una comparación estructural: la soledad del personaje principal, el abandono de por sus compañeros, el peligro de muerte, la oración, los reproches dirigidos a los compañeros…) las diferencias son sustanciales.

Los ejemplos, en fin, son tan numerosos, que la mera enumeración se haría muy larga. Algunos de estos "mitologemas estructurales" son muy convincentes y evidencian una hermandad espiritual evidente. Otros, como hemos visto, no tanto.

Este libro, de todos modos, parece inscribirse en una obra investigadora más amplia llevada a cabo por la autora y su marido Llogarí Pujol Boix. Imaginamos que el conjunto de esta obra alcance alguna conclusión mas concreta.

De todos modos las cuestiones planteadas son interesantes y el material recopilado merece una lectura atenta. Claro que no es sólo la cultura egipcia la que puede darnos claves de los mitos novotestamentarios, pero es al menos una línea de investigación de las varias posibles.


© Antonio Ruiz Vega
(1) En este mismo turbador documento, Osiris ofrece su sangre en una copa de vino, a fin de que al beberla Isis no le olvide después de su muerte. El episodio es dramático y se parece muchísimo a la institución eucarística en la que Jesús, como Osiris, al tener presciencia de su muerte, teje, en un último símbolo, lazos postreros con sus allegados y los continuadores de su obra, los apóstoles.

The Jesus Myth

by Barbara G. Walker

Excerpted from:

Man Made God

Man Made God by Barbara G. Walker
Thanks to centuries of the most insistent and aggressive indoctrination campaign the world has ever seen, the biography of Jesus is more familiar to more people than any other. Socrates, Charlemagne, Shakespeare, Napoleon: there are many who never heard of them, or who only vaguely recognize their names. But all of Western civilization and most of the rest of the world "knows" Jesus's life story.
Everybody "knows" that Jesus was begotten by a god and born of a virgin, even though the gospel writers unaccountably trace his ancestry through the virgin's mortal husband. His birth was attended by angels, Jesus ascends bodily into heavenshepherds and gift-giving wise men. His infancy was threatened by an evil king who had babies slaughtered in a futile effort to kill him. When grown, he gathered a group of 12 disciples and went about teaching that his adherents would gain eternal life. He walked on water, healed the sick, exorcised devils, made the blind see and the lame walk. He was anointed with chrism and thus made into a Christ (which means "anointed one") by a mysterious woman who may or may not have been his lover, depending on which gospel you read, and who was the sole official enunciator of his later resurrection. After a triumphal procession accompanied by waving palms and the traditional obsequies of a sacred king, he attended a meal at which he was symbolically cannibalized, the eating of his flesh and blood deemed necessary for his followers' absolution. Then he was scourged, crucified, died and descended into the underworld. Later he returned to earth, apparently alive again, and then ascended bodily into the sky, where he somehow still lives and pays attention to all the doings of humanity. These things are "known" and commemorated every year, over and over.
But during the past century or so, scholars have shown that all these "known" details of Jesus's life story are mythic: That is, they were told for many centuries before his time about many previous savior-gods and legendary heroes in pre-Christian lore. Not a single detail of Jesus's life story can be considered authentic. Some investigators have tried to peel away the layers of myth in search of a historical core, but this task is like peeling the layers of an onion. It seems that there is no core. The layers of myth go all the way to the center.

Fact or Fiction?

'St. Paul' by El Greco, Museo del Greco, Toledo, SpainOne of the problems faced by Christian scholars is that there is no record of Jesus's existence in any contemporary source. The earliest literature concerning him was written by Paul, who never knew him or anyone else who might have known him and who never heard anything about his life story. Paul mentioned none of these now-so-familiar details, which were added much later by unknown writers who pretended to bear the names of various disciples and who sprinkled their writings with mythic data gathered from sacred-king traditions of contemporary Greek, Roman, Egyptian, Persian and Levantine salvation cults.
"Undeniably, Christian leaders have a vested interest in maintaining the myth."
Educated theologians know this fact perfectly well; yet, they maintain the pretense of apostolic authorship and keep the truth hidden from lay congregants. Undeniably, Christian leaders have a vested interest in maintaining the myth.
The synoptic gospels now accepted into the canon are only a small remnant of perhaps hundreds of proto-Christian gospels extant during the first few centuries BCE and AD/CE. Also, they bear the marks of extensive interpolation, revision and reinterpretation added by Church authorities centuries later. As reference works, the New Testament writings are hardly more reliable than fairy tales.

The Silence of Historians

For a possible hint of Jesus's historicity, Christian authorities relied heavily on a single brief paragraph in the works of the respected Jewish historian Flavius Josephus, who was born in 37 AD/CE, served as Flavius Josephus, 'Antiquities of the Jews,' tr. William Whistongovernor of Galilee and traveled extensively in the very same area where Jesus allegedly lived and taught. If anyone was in a position to report the wonder-workings of a local holy man in his own parents' generation, it was Josephus, a dedicated reporter of minute details. Yet in all his voluminous works, the single paragraph (Ant. 18.3.3)-called the "Testimonium Flavianum" or "TF"-says only that Jesus was "a teacher of such men as receive the truth with pleasure. He drew over to him both many of the Jews and many of the Gentiles. He was [the] Christ; and when Pilate, at the suggestion of the principal men amongst us, had condemned him to the cross, those that loved him at the first did not forsake him, for he appeared to them alive again the third day, as the divine prophets had foretold these and ten thousand other wonderful things concerning him; and the tribe of Christians, so named from him, are not extinct at this day."
The problems with this famous passage are many. First of all, it is noticeably out of context with the surrounding material. Second, it evidently did not appear in the early copies of Josephus's works, nor in the second-century version quoted by Church father Origen, who would certainly have mentioned it if it had been there. The TF does not appear in any known works until the beginning of the fourth century and is first quoted by Bishop Eusebius, the enthusiastic advocate of what he apparently called "holy lying" for the greater glory of the Church, known to have been responsible for many interpolations, revisions and blatant forgeries.
Moreover, Josephus was a Jew and would hardly have referred to Jesus's ministry as "the truth" or "wonderful things"; nor would he have called Jesus "the Christ." Neither could he have mentioned "the tribe of Christians," for there were no Christians in his day. Christianity did not get off the ground until the second century.
Philo Judaeus of AlexandriaPhilo Judaeus (20 BCE-50 AD/CE) was born before the beginning of the Christian era and lived until long after Jesus's time. Philo knew Jerusalem well, and would have known of Herod's massacre of children, plus Jesus's miracles, well-attended preachings, triumphal entry parade and crucifixion, with its attendant earthquake, reanimated corpses and many other wonders. He would have heard about the resurrection before many witnesses.
Another historian, Justus of Tiberius (1st cent.), a native of Galilee, wrote a history covering the period of Jesus's lifetime. His work is lost, but the Christian scholar Photius read it in the ninth century and expressed amazement ("Biblioteca," 33) that it contained "not the least mention of the appearance of the Christ."
"Mythical mentions of the Christ figure are numerous throughout the ancient world."
However, mythical mentions of the Christ figure are numerous throughout the ancient world. In addition to the title of Christos they had names like Adonis, Attis, Osiris, Dionysus, Orpheus, Mithra, Tammuz, Heracles, Hermes, Aleyin and Iasus, Iasion, Jason, Jesu, Yeshua or Jeud. These latter epithets applied to the "only-begotten son" of the god-king Isra-El, who was "dressed in royal robes" and sacrificed by his heavenly father.
Most of the savior gods were identified with the edible flesh and blood of the earth, meaning the bread and wine, harvested, consumed and resurrected with the next planting. Osiris, Adonis and Mithra were all eaten in the form of communion bread, declared to be the god's flesh, which the worshiper thus made a part of his own flesh in order to share the god's resurrection.
Adonis with Aphrodite, c. 410 BCE (Louvre; photo: Jastrow)Adonis was miraculously born of a temple maiden in Bethlehem, which means "the House of Bread." He appears to have been the "Bread of God," which became the worshiper's body also, as in John 6:56: "He that eateth my flesh and drinketh my blood, dwelleth in me, and I in him."
The sacrificed god Dionysus, another son of the Heavenly Father, first performed Jesus's miracle of turning water into wine at temples in Sidon and other places, representing the rain of heaven fructifying the vine. In Alexandria, the Dionysian/Christian miracle was demonstrated literally by means of an ingenious system of siphons invented by an engineer named Heron, to enhance the awe of the faithful....
According to the Roman writer Celsus (2nd cent.), the empire was teeming with miscellaneous vagabonds aspiring to such titles, claiming to be gods, sons of God, or saviors, prophesying the end of the world and their own glorious return from the dead at the End of Days. Celsus scoffed at the alleged Christian miracles as no more than "common works of enchanters" who perform for a few coins. "The magicians of Egypt," he said, "cast out evil spirits, cure diseases by a breath, and so influence some uncultured men, that they produce in them whatever sights and sounds they please. But because they do such things shall we consider them the sons of God?"
Nevertheless, the Eastern provinces swarmed with self-styled Messiahs and Christs, so that the gospels' version is most likely to have been a composite picture drawn from an era of widespread credulity and superstitious dread. As we might perceive in our own day, fundamentalist superstitions tend to flower in periods of cultural decline, when a formerly enlightened civilization begins to feel threatened by forces of decay both without and within....

 

Pagan Christs

Mithra surrounded by the zodiacal 12 (London)These groups were greatly influenced by Persian worshippers of Mithra—the ancient Magi or "magicians" who attended the savior's miraculous birth—and their prophecies of the oncoming Doomsday with its sharp division between the saved and the damned: those who would go to dwell forever in heaven with the solar deity, Light of the World; and those who would dwell forever in underground darkness with the evil Great Serpent and his armies of demons, rebellious angels who had defied the heavenly father and had been cast down to their punishment. Mithra's cult was hugely popular in the later Roman empire and contributed much to the Jesus myth, including even the service of Mass, which was based on the Persian mizd, translated into Latin missa, featuring wafers marked with a cross.
According to Ezekiel 8:14, priestesses in Jerusalem continued to celebrate the cult of Tammuz, the Heavenly Shepherd or Only-Begotten Son, whose blood fertilized the whole earth when he was killed each year on the Day of Atonement. He was slain in the form of a lamb, but this incarnation was understood to be a substitute for earlier human sacrifice. He reappeared in the New Testament as Thomas, sometimes viewed as Jesus's twin, who became known as Doubting Thomas for questioning Jesus's miraculous return to life. The gospel writer declared that Thomas finally accepted Jesus as "my Lord and my God" (Jhn 20:28), indicating the older savior's deference to the newer one. However, 1,000 years later Syrian farmers were still sacrificing to their grain god Ta-uz, who was considered essential to the welfare of the crops, and women were still bewailing his annual demise just as they did in the time of Ezekiel.
"The Jesus myth was really a concatenation of pagan ideas and practices."
Realizing that the Jesus myth was really a concatenation of pagan ideas and practices, early Christian fathers decided to account for this fact by calling all the previous gods "demons," and declaring that Satan in his omniscience had foreseen the coming of the true Christ and had invented all these earlier imitations just to confuse people. Even St. Augustine (Retractiones 1.13) had to admit that his religion existed "from the beginning of the human race," and came to be called Christian only after the lifetime of Jesus.
Maat, Egyptian Goddess of JusticeGospel teachings attributed to Jesus have been found in earlier texts, often word for word, some-like the famous Beatitudes-in Buddhist scriptures. The Golden Rule was not a Christian teaching but a Tantric Buddhist expression of karmic law, repeated in the proverbs of Egypt's Goddess Maat, the Mother of Justice, as well as those of Greece's Goddess Dike, ruler of fate, and of the Jewish sage Hillel. Nothing truly original has been found in any of the Jesus traditions, and the wonder-tales that used to compel belief because of their very incredibility are now dismissed as crude anachronisms persuasive only to the most naive and credulous minds....
And according to Acts 4:13, the apostles were all "unlearned and ignorant men" who could not have been responsible for writing the gospels or anything else. Therefore those who put apostles' names to their gospel writings were forgers, and all the gospels are essentially fakes.
The truth is that the gospels are not reliable "historical" accounts to tell us what Jesus was—or even if he was. But it is fairly clear that he was connected with the myths of pagan saviors, who were mostly nature deities, representing the eternal cycles of life and death. In this respect their myths might point toward an updated religion more firmly founded on the realities of our world.
Once the Jesus myth is more widely understood as a composite relic of a credulous past, we may be able to go forward toward a more satisfying set of spiritual hopes and insights, and leave behind the simplistic magics of a less enlightened people. We have "modernized" nearly every other aspect of our Western culture. Perhaps it is time to modernize its religion into a form that enlightenment may embrace without insulting its own intelligence.
For more information, including citations, see Man Made God.





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  •  jesuseldelcristo nunca existió, es un refrito de dioses solares, o mejor dicho, del dios Sol. Platón decía en el Timeo que el LOGOS (único Hijo engendrado de Dios, que se corresponde con el Sol) fue crucificado en el Cosmos, y HESÚS, deidad precristiana de los celtas británicos, era un dios solar carpintero que se labró su propia cruz y se colgó él mismo en la cruz por nuestros pecados. Obviamente se lo tomaron a cachondeo cuando los romanos les vinieron con la nueva religión del cristotimo …
    Para ver eso, se coge al personaje (el personaje de los evangelios) y se realiza un análisis forense del texto que lo revela como una mera copia. Es absolutamente ridículo, hasta los errores geográficos, el meter lugares que están en Egipto como si estuvieran en judea, y hasta el toque homérico del griego evangélico, el plagio de párrafos de la biblia mal traducida al griego (Septuaginta) …
    Lo que pasa es que antes de los evangelios hubo un movimiento que intentó salvar lo que quedaba de la espiritualidad egipcia, de ahí el HERMETISMO y el mito gnóstico de SOPHIA y su consorte CHRISTÓS (el espíritu detrás del Sol), ambos personajes míticos y arquetípicos.
    Dejo una cita de la autobiografía de Vivekananda 
  • Vivekananda, en una visión, vio a un venerable anciano que se le acercó y le dijo: “¿Viniste a efectuar nuestra restauración? Provengo de la antigua tradición de los Therapeutae. Las verdades predicadas por nosotros han sido difundidas por los cristianos como enseñadas por un tal Jesús, si no fuera por el detalle de que Jesús nunca existió.”
    Los Therapeutae, según el tonto Eusebio a sueldo de Constantino, eran precursores de los cristianos. En realidad, eran más bien precursores de los gnósticos, los menciona hasta Platón.
    Curioso que Vivekananda recibiera esta visión intuitiva 100 años antes de todos estos autores que demuestran este hecho leyendo con sesera el Nuevo Testamento. (Pablo y Juan el Bautista tb son personajes de ficción, el Bautista = Anubis y tb conectado a la constelación de Acuario)

29.10.10

27.10.10

El origen ibérico de la la civilización- IBEROS

 

  TIERNES - NUMANCIA -  

Auila es la forma más antigua atestiguada (s. I a.C.) en dos inscripciones aún inéditas el topónimo actual Ulaca que lleva el gran oppidum prerromano del Valle Amblés presupone un *Auulaca; *Aulaca; Ulaca.

C. Iberos

C
Al fin, después de 2.000 años de silencio, hablan los iberos. Su voz, limpia y potente, obligará a escribir de nuevo la Edad Primitiva de la Historia de España. Más aún, nos mostrará una civilización que desde el punto de vista moral y social, ha sido la más perfecta que ha conocido el mundo occidental, incluída, por supuesto, la actual. ¡Cuánta injusticia, cuánta mentira, cuánta ignorancia sobre el mundo ibérico!. Pero, quizá como en ninguna otra ocasión, será de aplicación el aforismo que afirma que “en el pecado llevamos la penitencia”, porque, si bien es cierto que el español ha sido hasta el advenimiento de la democracia un compendio de complejos, dudas, rencores y hasta vergüenzas, no lo es menos que de haber poseído el conocimiento de nuestro origen como pueblo, de nuestra civilización alumbrada y desarrollada durante milenios, de nuestra verdadera idiosincrasia, muy distintos hubieran sido nuestro talante y nuestro posicionamiento en el concierto de los pueblos. Esto que digo, válido por igual para españoles y portugueses, queda más fuertemente remarcado si suscitamos la comparación con el pueblo francés, cuya antiquísima y permanente soberbia y convicción de “grandeur”, aparte de multitud de aditamentos y motivos posteriores, arranca sin duda de la admiración hacia sus ancestros, los galos, tanto como del desprecio hacia sus verdugos, los romanos. ¡ Y con cuanto menor motivo!. Para concluir este breve preámbulo al estudio del pueblo ibero, expondré solamente una diferencia entre aquella sociedad primitiva y la actual: de la comparación resulta que en ésta se da una tremenda inmoralidad que impregna todos los ámbitos tanto públicos (políticos, religiosos, económicos, lúdicos, deportivos, etc.) como privados (individual, de pareja, familiar, de vecindad, de relación de cualquier tipo); y que tal estado de cosas (la sociedad debería avergonzarse de sí misma) parece consustancial e inseparable de la “modernidad”. En el análisis que sigue hablarán los iberos con palabras y párrafos (siempre en negrita) que el lector encontrará en cualquier texto epigráfico de los que siguen a esta Introducción.
Los iberos creen en un Ser Supremo que lo puede todo. Con una racionalidad (son “los hidalgos de juicio perfecto”, esto es, los kaempsos) y una coherencia aplastante (de que carecen la Iglesia Católica y otros tinglados semejantes que han convertido a Dios en una especie de censo enfitéutico), el pobre mortal acude a quien lo tiene todo para pedirle (a Ti el vaso de nuestras peticiones), y no para ofrecer a quien no necesita de miserias materiales, de donde se sigue la falsedad de las “damas oferentes” que son, en realidad, damas suplicantes). Las demandas son incontables y variadísimas (ver los seis capítulos Iunstir), desde que queden preñadas muchas cerdas o que envíe lluvia fuerte para limpiar las inmundicias, hasta el honor o que todos los hermanos sean acogidos (en el refugio de La Madre). Porque la nota más llamativa de este Ser Supremo que lo tiene todo, que conoce hasta nuestros más recónditos pensamientos, que está en todas partes a la vez, es que se encarna con sexo femenino: el refugio de La Madre (ama-tei) dicen los iberos; o la invocan como Tú, mujer (no). A esta Madre, a la que aman y veneran con toda ternura, le ofrecen bienes sin valor material alguno, como las yemas y renuevos más tiernos de los árboles del bosque de la colina, las bellotas de las ramas, el muérdago, el agua que se filtra en la caverna, pero que expresan la mayor delicadeza, la exquisita pureza de sus sentimientos. Y a Ella dirigen el grito de su anhelo más íntimo y obsesivo: Quiero ir al cielo ¡óyeme!, que nos volvamos a encontrar ¡atiéndeme!, quiero contemplarte ¡óyeme! eternamente ¡atiéndeme!, quiero ocupar un sitio en la altura ¡óyeme!. De aquí que todo su arte, todo su respeto y adoración brille en la inmensa dignidad y serenidad de las representaciones de La Madre, tales que La Dama de Elche, La Dama de Baza o La Gran Dama del Cerro de los Santos.
Los iberos creen en la inmortalidad del alma (gogo, anima), y a partir de aquí su concepción de la vida y de la muerte, del destino del hombre, es idéntica a la de la doctrina cristiana…, pero anterior en muchos milenios. Meditan sobre la fugacidad de la vida (ver capítulos “Fugacidad” I-IV) y sentencian: Pasan los hombres. La angustia provocada por la incertidumbre sobre la duración de su tiempo terrenal preside sus vidas, y uno que acaba de morir se expresa así en la estela funeraria: Ciertamente me detuve cuando menos lo esperaba, cansado y rendido en un riguroso lienzo. La muerte se apoderó de mí. La separación de alma y cuerpo, la muerte, supone el abandono de personas, bienes, tareas, afanes (ver “Abandonar” I-IV), abandono que luce en esta frase lapidaria: Tener más, gozar, matar cuervos: se acabó. Del finado queda un recuerdo amoroso que sus deudos reflejan en panegíricos múltiples, muchos de los cuales parecen destinados, más que a los comunes mortales, a La Madre , a modo de oración que intercede por la salvación de aquel. Así, cuando se dice que fue un difunto tan santo que procuró, en verdad, hacerse y ser igual; decimos que lo intentó como persona alguna; o en este otro dedicado a el que estuvo siempre lleno de mucho fervor. Pero el difunto ha de detenerse ante la puerta o pórtico, ante el paso esforzado y fatigoso, metáfora que designa al juicio divino, ya que la dicha se ha prometido a cada uno de los muertos, pero solamente para las almas de los difuntos buenos será realidad. Es La Madre el juez supremo, la justicia infinita y misericordiosa que acogerá al alma en el lugar de paz y bienestar, tal como muestra tan gráficamente la maravillosa Dama de Baza que tiene en su mano amorosamente al pajarito que simboliza al alma de la finada, para siempre, eternamente.
La Madre parece haber grabado en el alma humana un código moral de comportamiento. Para hacerlo se vale, en primer lugar de la madre terrenal (también del padre) cuya misión sobrepasa a la procura de que sean hijos sanos, con carácter, que tengan la oportunidad de ser felices; después, del abuelo que registra la tradición; finalmente, de la Junta recta que también se ocupa de los defectos de las personas. Aquel código no se compone de comportamientos casuísticos, ni de ritos, ni de fórmulas: bien al contrario se define con líneas o directrices amplias, positivas unas, como la humildad, el hacerse iguales, la prudencia, el honor, la paz, la diligencia, el ímpetu en el trabajo, la ayuda, el socorro, el amor, la fraternidad…; negativas otras, tales que la jactancia, la vanidad, la mentira, el odio, el rencor, el egoísmo, la ostentación, la pasión lividinosa, la corrupción, la glotonería…Entre la conciencia clara y la actuación personal en concreto se configura así un amplísimo espacio de libertad con responsabilidad. Junto a la fe, a la igualdad y a la responsabilidad, la libertad es el gran pilar de la sociedad ibérica. Es bellísima la fábula del buey que pace uncido y amargado al hierro del yugo, el cual hasta el agua dulce encuentra salada. El ibero se debate permanentemente entre el deber que le marca su conciencia y el apetito o la pasión a que se siente inclinado en cada momento. Y cae: Tenemos tendencia a la mentira y la equivocación, somos de naturaleza vacilante y turbia, sacamos faltas, de ánimo tembloroso, nos corrompemos, vivimos con arrogancia, esperando alcanzar la fama, con apariencia de glotones y gozadores de la pasión libidinosa. De aquí que inste con insistencia que nos guíes, guíanos, el camino justo, el don de la verdad, y por último, el perdón. La coacción externa aparece a nuestros ojos como inusitadamente débil, casi inexistente: queda limitada a los remordimientos que envía La Madre y a la censura moral de la propia familia o de La Junta, dado que lo que realmente es importante y operativo estriba en la conciencia recta individual y en su objetivo determinante de alcanzar el refugio para siempre, pues el aposento de La Madre es el más deseable.
Frente a la inmensa soberbia romana, la bien fundada humildad de los iberos. Es fruto necesario y acabado de su racionalidad: frente a la divinidad de La Madre, el hijo ha de reconocer sus tremendas limitaciones y carencias, por una parte; el progreso en la forma acostumbrada no ha llegado a librarle de las terribles riadas, inundaciones, enfermedades, incendios, hambrunas, sequías, miseria, escasez, equivocaciones…, por otra. Aparece como una invocación constante y un objetivo imprescindible para el tránsito a la vida eterna. Inspira reflexiones tan maravillosas como ésta: Del humilde fluye apariencia de niño, y es salvoconducto para el cielo: el que se humillaba llama a la puerta. Se suplica directamente el don de la humildad o, indirectamente, líbranos de seguir las lisonjas, del peligro de la jactancia. Y de aquí se sigue el líbrame el camino d ambiciones y vanidades, el imploro para mí la prudencia, el haznos prudentes en el hablar, la prudencia en el obrar y el quiero, sobre las pasiones, la ira del látigo.
Junto a la conciencia de igualdad entre los hombres, al ansia de libertad, a la responsabilidad por los actos propios y a la virtud de la humildad, otras muchas virtudes y anhelos nos describen a la perfección el sentimiento de la vida de nuestros antepasados. En los textos ibéricos encontramos constantes apelaciones a la pareja, la familia, los hijos, el hogar, los hermanos, los amigos, el honor, la justicia precisa, la verdad, la paz, el buen juicio, actuar con calma, ser tranquilos y firmes, a ser liberado de ser seco y arisco, de la soledad. Paralelamente se rechaza el odio, el rencor, la ira, la mentira, las pasiones, la apatía, el egoísmo… Pero los textos ibéricos ponen de relieve, por encima de todo, día a día y durante toda la vida, la inmensa virtud/necesidad del trabajo, como medio único de sustentar la vida y alcanzar el progreso, frente a la feroz y permanente rapiña romana. Así, empiezan los iberos por demandar de La Madre ímpetu y fuerza en el trabajo, consumen su vida entera, desde muy temprana edad hasta la muerte y sin distinción de sexo, en mil trabajos, generalmente penosos, de agricultura, ganadería, recolección, caza y pesca, construcción, de variadísima artesanía, conservación y transformación de productos, minería, comercio. Y no se excluye el trabajo asalariado (nunca esclavo), ni mucho menos el comunal, como se observa en el Plomo de Castellón o en las alusiones a la participación individual o la parte. Se implora el descanso para poder continuar en el esfuerzo, y se presenta al finado orgullosamente, en el momento del juicio final ante La Madre como el que se resistía a la fatiga.
De tanta racionalidad, moralidad y responsabilidad podría seguirse un pueblo dogmático y aburrido. Pues no. Parece que, una vez conseguido que la escasez alcance para el sustento de la familia, un ánimo festivo y placentero, un inmenso deseo de gozar de la vida en las ocasiones y por todos los medios que les ofrezca, está permanentemente en sus corazones. Y es que el gran espacio libertad-responsabilidad no está ennegrecido por el demonio, por la lúgubre e interesada amenaza, por la permanente censura a la naturaleza y condición humana. Los límites, muy claros, a la libertad en el obrar serán, por este orden, el temor al juicio de La Madre por muy misericordiosa que sea, el respeto a los derechos ajenos y, finalmente, la propia dignidad personal. Así, respecto del sexo (practicado con gran intensidad entre los iberos), la conquista de una mujer es para el hombre la suerte feliz; en ocasiones el macho hace muchas, muchas entregas, la pasión se manifiesta con toda su potencia, y en la coyunda los implicados mueren de placer. En ocasiones señaladas, familiares o sociales, no falta quien pida el vaso de vino lleno hasta el borde o para mí más y mejor. la cerveza produce un sopor como los rayos de sol, se elaboran licores de variadísima procedencia, una impensable riqueza gastronómica con abundantes detalles propios de sibaritas y gourmets (véanse los capítulos “Bazka”) alegra su mesa; las mujeres, en especial, gustan de los baños de agua caliente, se maquillan cuidadosamente y dan pie al eterno sarcasmo masculino que estalla con un epigramático para disimular la verdad; lucen complicadísimos tocados y vestidos floreados, danzan con los hombres al son de la música…Y son estas las mismas mujeres maravillosas que, tras una vida de amor y dedicación al marido, yacen en la sepultura juntos para siempre; las que han sido madres y educado a los hijos, cuidado el hogar, cultivado los huertos, ayudando en mil tareas artesanales y domésticas, las que, en ocasiones límite, han sido capaces de empuñar las armas y luchar junto al hombre hasta morir degolladas sin proferir un solo lamento. Pero en todo momento, al goce se contrapone aquella ley moral que condena el exceso que lleva a la indignidad: el coito insistente es malo, el borracho se ve bravucón, buey cebón, buitre de la noche, bamboleante como un niño, se condena reiteradamente la glotonería, la ostentación, la vanidad, la pérdida del buen sentido. El ibero, tan próximo a nosotros, en conclusión, se debate permanentemente entre la necesidad de alegrar su vida tan dura llena de trabajo, penas y sinsabores y su conciencia que le señala los límites de su libertad.
El año 218 a. de C., con la llegada del ejército romano, marca sin duda el momento más nefasto de la Historia, antigua y moderna, de España. Un pueblo como el ibero, religioso, moral y auténtico, se va a ver condenado al exterminio o al sometimiento. Este pueblo, pleno de vigor y laboriosidad, luchaba por el progreso material, y aparece, ya en el siglo III a. de C., con un cierto desarrollo tecnológico nada desdeñable: las constantes referencias a los cultivos del ortu, así como el magnífico sistema de riegos implantado en Beni-alb(o)ufar (Mallorca) que ha llegado hasta nosotros, nos hablan de una agricultura intensiva; la variedad de las especies que se citan (ovejas, cabras, camellos, bueyes, caballos, mulos, asnos, cerdos, patos, gansos, ocas, palomas, conejos, gallinas…) y la enorme cantidad de cabezas (sobre todo si esta cantidad se pone en relación con la de habitantes) determina una potentísima ganadería, de la que se siguen industrias de conservas, ahumados, salazones, quesos, sesos, tuétano, manteca, etc., por una parte; por otra, la industria textil con fibras animales como la seda y la lana: o la de curtidos (el tanino del bosque). Saben utilizar la fuerza del agua para instalaciones de molienda o de aserrado y, a favor de la riqueza de los minerales de la Península, logran una rica y a veces afamada metalurgia del plomo, cobre, estaño, bronce y hierro, pero también de la plata y el oro. Inventan el cabestrante tan útil en las construcciones normales y “ciclópeas”. Mantienen un activísimo comercio (saldu) con todos los pueblos mediterráneos, en el cual no se limitan a proveer materias primas o alimentos (trigo, aceite, vino, minerales y metales, ganados, etc.) sino productos industriales y elaborados diversos (tejidos, espadas de acero de inmejorable calidad, curtidos, garum…).
Pero, muy por encima de este desarrollo material, los iberos descuellan por su maravillosa riqueza intelectual. Siempre sobre la base de una innata racionalidad y buen sentido, muestran una inteligencia, una sensibilidad y una facilidad expresiva sorprendentes. Son impensables las metas que hubieran alcanzado en los planos filosófico moral y político si la Bestia romana no hubiera yugulado su enorme potencialidad (al igual que ocurrió en el lingüístico, donde la lengua ibérica, fundamentalmente aglutinante, mostraba ya muchos y claros signos de su tránsito a un sistema de flexión). Así, son capaces de observar la naturaleza y explicar un fenómeno tan sutil como la aurora diciendo que la diferencia más mínima facilita la aurora; de mostrar, acudiendo a una metáfora, la riqueza de su vida interior, formada por sensaciones, ideas, sentimientos, dudas, anhelos: Profundo es el río que hay en mí. Asimismo, de distinguir entre la esencia de las cosas y su apariencia externa: El torpe poda las hojas; de recoger el saber popular en aforismos o sentencias como la liebre avisada desconfía de los ronquidos, o crecer, conforme; madurar, un asco: más vale pollo que gallina; de expresar el dolor: ¡ Clamo al cielo! ¿Porqué tanto mal?, o la más exquisita delicadeza: Buscaré la alegría de la vida en el hálito del interior mío.
Finalmente, la guerra, en especial la larguísima y terrible sostenida contra los romanos, (contra los fenicios fueron simples escaramuzas, y contra los cartagineses, si bien muy violentas puntualmente, fueron limitadas territorialmente y breves en el tiempo, sin poner nunca en peligro la subsistencia del pueblo ibero), sirvió para que brillaran esplendentemente otras dos grandes virtudes de nuestros antepasados. La primera, un sentido intocable de su dignidad personal. Pese a la constante ponderación de la humildad, al afán de hacerse iguales, se deja sentir en el pueblo ibero un cierto orgullo: se saben religiosos y coherentes con su fe, respetan los derechos ajenos y cumplen con los deberes de fraternidad, se entregan al trabajo resistiéndose a la fatiga aluden constantemente a su racionalidad y buen juicio afirmando que mi fortuna es más el juicio que el trigo sin juicio… Diríamos que se sienten, como pueblo, seguros de vivir de acuerdo con unas normas supremas, y ello les confiere una cierta dignidad y autoestima. De aquí que esta dignidad no pueda perderse en ningún momento ni situación, incluso en un estado de necesidad (al que la barbarie romana les condujo en multitud de ocasiones como ya hemos expuesto), ven con toda claridad que todavía pueden escoger entre soportarla o afrontar la muerte, y la historia está llena de sacrificios colectivos e individuales. Tanto es así que, como narra Estrabón (Geografía, III, 4,18), “es ibérica también la costumbre de llevar encima un veneno, que obtienen de una planta parecida al apio, indoloro, para tenerlo a su disposición en situaciones indeseables”.

La segunda de dichas virtudes consistió en su inmensa valentía ante el enemigo. El cobarde que huye sucumbe, afirmaban, y a fe que supieron plantarle cara. Durante doscientos años de guerra siempre defensiva, con audacia, con desesperación, con rabia infinita plantaron cara a La Bestia, mataron en combate a cientos de miles de romanos y aterrorizaron a todo el Imperio fascista; siempre en inferioridad, tanto numérica como en armas y vituallas, dieron la lección suprema, hombres y mujeres de Iberia, de morir con dignidad. Esta valentía fue reconocida a coro por todos los historiadores, y hasta el torticero Estrabón se ve obligado a declarar (op. cit. III, 4,17) que “es común también la valentía de sus hombres y mujeres”. Para no caer en la reiteración, me limitaré a transcribir el siguiente texto de Paulo Orosio (Historias, libro V, 27): “Para no recordar en plan de censura el número de pretores, legados, cónsules, legiones y de ejércitos que desaparecieron, recuerdo sólo esto: los soldados romanos se debilitaron hasta tal punto por su loco temor, que ya no podían sujetar sus pies, ni fortalecer su ánimo, ni siquiera ante un ensayo de lucha; es más, a partir de ahora, en cuanto veían a un hispano, sobre todo si era enemigo, se ponían en fuga, pensando casi ya habían sido vencidos antes de ser vistos”.


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el reconocido erudito e investigador Jorge Mª Ribero Meneses pronunciará la conferencia titulada 
 El origen ibérico de la Humanidad y la civilización: una deslumbrante (y silenciada) evidencia


Cuando defiendo el origen autóctono de la lengua castellana, como idioma que se fragua en el ámbito del Alto Ebro hace decenas de miles de años y que está, estrechísimamente emparentado con las lenguas vasca y griega, siendo estas tres lenguas notablemente más antiguas que la latina, no estoy hablando gratuitamente. Cuento con todos los elementos de juicio necesarios para efectuar esta afirmación y, por supuesto, para probarla. Como quiera que la lengua castellana nace en el territorio que antaño compartieron Cantabria y Castilla, podríamos referirnos a ella como la lengua cántabra y no nos apartaríamos un ápice de la verdad. Por eso y porque esta serie que tengo el privilegio de escribir para el dominical de ALERTA responde al título genérico de 'De los nombres de Cantabria', ningún espacio más...
A propósito que este para afrontar la labor de rehabilitación de la ancianidad de nuestra lengua. Labor que entraña, al propio tiempo, el esclarecimiento del verdadero significado de nuestra remotísima toponimia.
Vamos a centrar hoy nuestra atención en una palabra cualquiera de nuestra lengua, demostrando a través de ella hasta qué punto resulta aberrante esa pretendida paternidad del latín sobre el castellano (y demás lenguas románicas) que constituye la última servidumbre que el extinto Imperio Romano ha impuesto, hasta hoy, a todos los países que en otro tiempo se mantuvieron bajo su dominio militar. Vamos a hablar, por ejemplo, del verbo alumbrar.
Si consultamos el diccionario que todos poseemos (o deberíamos poseer) en nuestro domicilio, veremos cómo se dice en él que alumbrar es hijo del verbo latino illuminare. Sublime dislate, porque es al revés...Para empezar, la a es la más antigua de las vocales; el alu- castellano es infinitamente más antiguo que el illu- latino. Por otra parte, el núcleo central del término al-umbra-r nos conduce hasta una de las radicales más antiguas e importantes del habla humana.
Menéndez Pidal observó, certeramente, cómo la radical ambra- era la que se reproducía en un mayor número de nombres geográficos de la Península Ibérica.
Y no cayó en la cuenta este filólogo de que ello se debía a haber sido Ambra = Lambra dos viejísimas denominaciones de Iberia y del río Ebro. Lo que se comprueba en el hecho de que nuestro río materno tenga sus fuentes en Peña Labra, cordillera que retiene su verdadero nombre en los pueblos aledaños de Lomba y Lombraña.
El castellano alumbrar, deformación de allambrar es muchos miles de años más antiguo que el latín ¡Iluminare y nos remite a uno de los epítetos ibéricos de la diosa solar Allambra, la misma que ha dado nombre a la Alhambra granadina, al pueblo castellano de Olombrada y a toda la legión de montes, ríos y sierras de alhambra = alhama = alfambra, que existen en España.
La diosa solar Allambra daría vida a la mítica Doña Lambra, madre de los no menos fabulosos Siete Infantes de Laru, léase de Labra o Lambra. Por otra parte, su identificación con el sol y con el primer rio sagrado de la Tierra, el Ebo = Ambra = Lambra, va a determinar la formación de una extensa familia de términos que en diferentes lenguas, contienen alusiones inequívocas al fuego y al agua. Por lo que se refiere al fuego, nuestra lengua ha conservado en este caso las palabras más antiguas de la Tierra relacionadas don esa raíz; la ya citada alumbrar y sus derivados lumbre, lumbrera y lámbara = lámpara. O alambre, por su brillo metálico. Más modernas que las castellanas, el griego contempla también algunas voces afines: lampa, lampas, lampros, lampo (luz, antorcha, radiante, brillar). Y digo más modernas porque la letra b es la más antigua de todas las consonantes. En tanto que la p es harto moderna. Por eso nos encontramos con las palabras baskas labe y labetz, que significan horno y llar. Seguimos en tomo al fuego. El latín lampas y el indonesio lampu, lámpara, se muestran también más modernos que los términos castellanos y vascos.
Y en cuanto al agua, la mayor ancianidad es compartida en este caso por el castellano y el euskera. En nuestra lengua, alambicar, destilar (término que nos plagiaron los árabes), lamber, forma antigua de lamer, de donde lambruce ar, o chupar. O lambistón, nombre cántabro de quien gusta lamer y chupar. O lengua, por lembra.
O las lamedoras lombrices.
O el nombre de la lluvia, deformación de Mambla.
Y de ahí el euskera lanbo, niebla.O0 lambro, llovizna, término al que remeda el griego ambos, lluvia. O lobel, líquido, palabra vasca cuyo paralelo griego es libas.
Y en la misma familia se inscribe el indonesio lampung, flotar, o asombrémosnos, el kechua llampay, de nuevo lamer...
A partir de cuanto antecede, ¿se atreverá alguien a defender que el castellano es hijo del latín?
¿Se cuestionaran los vínculos estrechísimos que unen al griego y al euskera?
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PARÍS O EL PARAÍSO. DE CÓMO EL MITO RESTALLA
Si la conquista española de América se hubiera desarrollado hace diez mil años, habiéndose perdido por lo tanto todos los textos históricos que glosaran aquella gesta, ¿qué otro modo tendríamos de demostrar la as­cendencia ibérica de las más antiguas poblaciones de aquel continente, que el que proporcionan los nombres, inequívocos, de ciudades como Cartagena, Los Ángeles, Buenos Aires o Rio de Xaneiro?
Algunas personas, notoriamente ayunas de conocimientos sobre el pasado remoto de Iberia y de Europa, se rasgan las vestiduras cada vez que dicen en estas páginas alguna referencia a la filiación cantábrica de los pueblos de aquende y allende nuestro continente. Y hasta esas mismas personas, incurren en la ingenuidad de pensar que el autor de estas líneas ha sido la primera persona en postular...
La filiación ibérica de naciones tales como Egipto, Grecia, Persia o Roma de las que hasta hoy mismo, se nos ha considerado hijos o feudos. ¡Qué lejos están de saber aquéllos a quienes tanto escandalizo que todas estas noticias que domingo a domingo voy de­senterrando constituyeron un lugar común hasta hace dos mil años, habiendo perdurado retazos de ella en la historiografía española hasta que el Padre Mariana, en el siglo XVI, dio en tildar de apócrifa y falsa toda nuestra historia antigua!.
Pero sólo son necesarias una mínima clarividencia, una elemental objetividad, una acentuada independencia de criterio y una colosal labor de estudio y de investigación para llegar a descubrir, en terrada entre un cúmulo ingente de falsedades y adulteraciones, esa Historia nuestra perdida sin la que resulta im posible comprender y reconstruir la Historia del resto de las naciones del globo.
Y esto es algo que a nadie viene tan grande, hoy, como a los propios españoles. De donde el que, salvedad hecha de don José Ortega y Gasset que algo intuyó respecto a este asunto (aunque no se atrevería a desarrollarlo), hayan tenido que ser sabios de otros países europeos los que, sin atan alguno de barrer para casa como el que se le podría presumir -erróneamente— al autor de estas líneas, han llegado a ver con prístina nitidez que la matriz no solamente de Europa sino de toda la civilización humana, se encuentra en la Península Ibérica.
Iremos conociendo, a lo largo del desarrollo de esta serie, los testimonios de aquellos que, por caminos completamente distintos al mío, han llegado a conclusiones muy afines a las que vengo ex poniendo a través de estas páginas. Es el caso, por ejemplo, del lituano Oscar Vladisluv de L. Milosz (1877-1939) quien, tras consagrar treinta y siete años al estudio de los orígenes de Europa, llegó a la conclusión de que éstos se habían fraguado en suelo español. Tesis que Milosz desarrollará en el opúsculo Lasorí genes ibéricos del pueblo judío. Pues bien, en este libro editado en París en el primer tercio de este siglo, pueden leerse frases tan rotundas como ésta: "Iberia es el más antiguo país civilizado del mundo". Así como, igualmente, una serie de argumentos científicos que coinciden textualmente con los escritos por mí en varios de mis libros, seis años antes de saber de la existencia de de este eminente historiador lituano.
Escándalo producen también en algunos mis tesis respecto a la ubicación del Paraíso bíblico en la antigua geografía cántabra. Algún día desvelaré los datos incontrovertibles que avalan esta certeza. Más me importa hoy, sin embargo, aclarar que el Paraíso no fue otra cosa que el país que albergara a la primera Humanidad inteligente o sapiens. Ninguna connotación religiosa o sobrenatural debe atribuir se, pues, a un nombre que como habremos de ver, no es sino una forma evoluciona da de uno de los topónimos más comunes de la geografía cántabro-castellana: Barzalla = Bárzena. De donde resulta que tanto Marsella como Barcelona, poblaciones a las que me he referido en mis últimos artículos, aparecen distinguidos con el mismo nombre que la capital francesas -Paradís -París— aunque en una forma muchísimo más antigua. Lo que explica el que Augustín Chano, un autor coetáneo de Milosz, se hiciera la siguientes re flexión: "Los hijos de los Pirineos, para designar a sus jardines, no poseen otro térmi­no que "Baratzé”, que significa 'un lugar agradable para reposar'. Y el mismo sentido tiene la palabra 'Paraíso', como nombre de un jardín, en todas las lenguas orientales".
Y es así por este camino, como un sabio lituano, Milsz, al igual que otro sabio, en este caso español y del siglo XVI, Benito Arias Montano, desembocarían como yo en la conclusión de que el nombre hebreo de España, Se-pharad, se halla estrechamente relacionado con el nombre del Paradiso y con la denominación griega de la propia Iberia: Hes-périda. Y aunque la historia del nombre de Sefarad es mucho más compleja que todo esto, si es incuestionable que este nombre significa Paraíso y que los judíos españoles respondían al nombre de Se-pharadis porque eran los moradores del Paraíso. Léase los descendientes di rectos de los primeros pobladores del País del Hebra. Que de ahí su mimbre de Hebreos. Y lodo esto es tan rotundo y tan incuestionable que incluso produce sonrojo el que pueda existir alguien que se atreva a cuestionarlo.
Lo que quiere decir que nuestros antiguos Se-Pharadís son los mismos que con el nombre de Parisi colonizan una parte de Francia y de Inglaterra, habiendo dado a la ciudad de Paris el mismo nombres que, antes, habían otorgado al pico Paraíso = Paraís de Peña Sagra o a los pueblos cántabro castellanos de Perex y Paresotas.
A vueltas con los celtas
A falta de noticias respecto a las gentes que moraran en esta tierra con anterioridad a la malhadada llegada de las tropas romanas a ella, existe la costumbre de referirse a los pobladores de la Kantabria de hace dos mil años como los Kántabros puros y por antonomasia. Kántabros son, pues, según esta escuela, las gentes que vivieron en esta región durante la dominación romana y no, por Ejemplo, los señores infinitamente más antiguos –e incuestionablemente indígenas— que muchos miles de años antes pinta ron las cuevas de Altamira, La Garma o Puente Biesgo.
Nunca ha sido Kantabria menos kántabra que hace dos mil años. ¿Por qué? Pues sencilla mente porque la guerra que nuestros antepasados libraron contra las legiones ro manas fue una guerra de exterminio que dejó estas tierras trágicamente huérfanas de hombres y mujeres indígenas y de pura prosapia cántabra. Los pocos supervivientes de la devastadora guerra contra Roma o fueron dispersados o se refugiaron en las montañas, no hostigadas, del entorno de Kantabria (principalmente y por razones obvias en los Picos de Europa). Otros, los más mansos y dóciles al yugo del invasor, siguieron viviendo en los pueblos de su tierra en los que siempre había morado. En cuanto al resto de los pobladores de la Cantabria de hace dos milenios, fueron gentes de aluvión llegadas de otras zonas de la propia Península Ibérica. Gentes a las que sin duda se debió recompensar con tierras, a cambio de que vinieran a establecerse en una región que de otro modo, habría quedado virtualmente despoblada. Vamos, para en tendernos, lo de los foramontanos, pero al revés.
Años más tarde y al igual que sucediera con los judíos sefardíes que emigraron de España en 1492, no pocos de aquellos Kántabras exiliados de grado o de fuerza debieron retornar a la amada tierruca de sus mayores, compensándose en parte el desastre que habría de suponer para esta antiquísima región el hecho de perder a los hombres y mujeres en los que pervivían la cultura y la casta de la vieja Kantabria. Que ésta y no otra es la razón de que Cantabria haya conservado su acervo cultural en mucho menor grado que su vecina Euskalerría. Porque fueron los kantabros y los keltiberos, las gentes de la primera raíz de Iberia, los pueblos que en mayor medida se desangraron para preservar la integridad y la independencia de la nación ibérica. Dicho con otras palabras, Cantabria y la primitiva Castilla burgalesa dieron la cara por todos los demás, habiéndose derivado de ello la brutal de cadencia de una región que sólo al final de la Edad Media, con la corona de Castilla, volvería por los fueros de sus pérdidas bizarría y grandeza.
Llena como estaba de gentes foráneas, carece de sentido identificar como quintaesencia de lo cántabro a hombres y mujeres que repoblaron nuestra región hace dos milenios. Y ello se pone de manifiesto en muchos de los nombres que hoy aparecen documentados epigráficamente, aje nos la mayoría de ellos a la onomástica cántabra que conocemos merced a la toponimia. Al margen de que resulta impensable que los genuinos kántabros escribieran sus nombres con “v” y con “c”, cuando ambas letras nos fueron siempre completamente extrañas.
Afirmar que el sustrato lingüístico de la antigua Cantabria es el céltico constituye un error de alto calibre. Como erróneo resulta suponer que ese elemento celta entró en pugna con el vascuence. Con lo que volvemos a incurrir en la inveterada y nefasta costumbre de oponer lo cántabro-castellano a lo basco, identificado aquello con lo genuinamente español y castizo y esto con lo primitivo, lo inculto y lo extraño a nuestra estirpe. Crasísimo error en el que hunde sus raíces el actual radicalismo euskaldún.
Tan basco es el sustrato lingüístico y racial de Cantabria, de Asturias y de Castilla como pueda serlo el de Euskalerría. La única diferencia estriba en que ésta ha permanecido en cerrada en sí misma y virtualmente ajena a la evolución histórica, en tanto que las otras tres regiones citadas han conocido un desarrollo cultural extraordinariamente más intenso. ¡Si será celta nuestro sustrato toponímico que- Santa-Ander, Castro-Urdiales, Eskalante, Ampuero, Guriezo, Gornazo, Guarnizn, Toranzo, Mazkuerras,Kos, Kutxía, Karmona, Eskobedo, Karanceja, Bárzena y un interminable etcétera ostentan nombres euskéricos químicamente puros! Y ello porque, hora es ya que se diga, la lengua euskérica o basca nació en la primitiva Iberia del Alto Ebro, compartida hoy por Cantabria, Burgos, Álava y Vizcaya. La cuna, a la sazón, no sólo de la lengua baska sino también la de todos los pobladores del País Vasco. De donde el que, por ejemplo, los Baskos hayan blasonado, hasta ayer mismo, de su linaje cántabro. Y ello no producto de una moda o de un error histórico, como pretendiera Miguel de Unamuno. Si Ignacio de Loyola y Esteban de Garibay se preciaban de cántabros es porque lo eran. ¡Cómo no habrían de ser cántabro los baskos si hasta la matriz de Bizcaya, como desvelaré en su día, se hallaba en Cantabria! De donde el que tanto a los Kántabros como a sus hermanos gemelos los Keltiberos, se les conociera vulgarmente con el nombre de Bizkainos. No ha existido jamás una línea divisoria clara entre cántabros y bizkainos, en contraste con la nítida frontera que dividiera siempre a cántabros, astures y galaicos.

http://emiliocarrillobenito.blogspot.com/2010/10/el-origen-iberico-de-la-humanidad-y-la.html 

IBEROS
CRONOLOGIA
Los iberos o íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a las gentes del levante y sur de la  para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. De estos pueblos escribieron Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón o Rufo Festo Avieno, citándolos con estos nombres, al menos desde el siglo VI a.C.: elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelani, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.
Geográficamente, Estrabón y Apiano denominaron Iberia al territorio de la Península Ibérica


AREA DE INFLUENCIA
El origen del sustrato cultural local que ejerció influencia en los iberos se remonta, cuando menos, al primer neolítico mediterráneo: la cultura agro-pescadora de la cerámica impreso-cardial, que se extendió desde el Adriático hacia occidente, influyendo intensamente en los aborígenes paleolíticos y asimilando toda las regiones costeras del Mediterráneo occidental en el V milenio a.C.
Hacia el 2600 a.C. se desarrolla en Andalucía oriental la civilización calcolítica, que se aprecia en los yacimientos de Los Millares (Almería) y Marroquíes Bajos (Jaén), estrechamente relacionados con la cultura portuguesa de Vila Nova y quizás (no probado) con alguna cultura del Mediterráneo oriental (Chipre).
Hacia 1800 a.C., esta cultura se ve sustituida por la de El Argar (bronce), que se desarrolla independientemente y parece estar muy influida en su fase B (desde 1500 a.C.) por las culturas egeas contemporáneas (enterramientos en pithoi).
Hacia 1300 a.C., coincidiendo con la invasión del noroeste peninsular por los celtas, El Argar, que bien pudo haber sido un estado centralizado, da paso a una cultura «post-argárica», de villas fortificadas independientes, en su mismo ámbito. Tras la fundación de Marsella por los focenses (hacia 600 a.C.), los iberos reconquistan el noreste a los celtas, permitiendo la creación de nuevos establecimientos griegos al sur de los Pirineos.
A las comunidades establecidas al final de la edad del bronce se las considera sustrato indígena al hablar de la cultura íbera. Básicamente hay cuatro focos: El Argar, la cultura del Bronce Manchego, la del Bronce Valenciano y los Campos de Urnas del Noreste.


PUEBLOS DESTACADOS
Albacete, Alcudia, Alicante, Aliseda, Arce, El Argar, Basti, Baena, Segobriga, Azaila, Los Millares, Tiernes, Numancia, Balazote.


SOCIEDAD Y ECONOMIA
La sociedad ibera estaba fuertemente jerarquizada en varias castas sociales muy dispares, todas ellas con una perfecta y bien definida misión para hacer funcionar correctamente una sociedad que dependía de ella misma para mantener a su ciudad.
La casta guerrera y noble era la que contaba con más prestigio y poder dentro de estas.  Aparte de las armas, poseer caballos otorgaba también gran prestigio y reflejaba poder, nobleza, y formar parte de la clase más pudiente.
También tenían gran importancia la casta sacerdotal, en la que las mujeres, como se observa en los túmulos funerarios, eran el vínculo de la vida y la muerte. Las sacerdotisas gozaban de gran prestigio, ya que eran las que estaban en continuo contacto con el mundo de los dioses, aunque también había hombres que desarrollaban una tarea mística, prueba de ello son los sacerdotes lusitanos, que leían el futuro en los intestinos de los guerreros enemigos.
Otra de las castas era la de los artesanos, apreciados porque de ellos salían los ropajes con los que se vestían y resguardaban del frío, los que elaboraban calzado, los que modelaban vasijas en las que guardar agua y alimentos y, sobre todo, por ser los que les hacían, a medida, armas y armaduras con las que se distinguían de las otras castas más bajas.
Finalmente estaba el «pueblo llano», gente de distintos oficios que se dedicaban a los trabajos más duros.
Indumentaria ibera
Los iberos se vestían con telas de distintas calidades, según su poder económico.
Guerreros: Según los textos antiguos, la prenda más habitual era un vestido de tela, como la de los romanos, con el ribete en rojo.
Sacerdotisas: Las sacerdotisas eran quizás las que más adornos tenían. De ellas vienen la mantilla y la peineta, con la que se solían cubrir la cabeza y el cuerpo, un ejemplo de ello es la Dama de Elche, y los moños que hoy se pueden ver en Castellón.
Otras prendas de vestir: Otra prenda muy valorada, era el sagum, una capa de lana, que protegía del duro frío. Otra de las prendas que aún existen hoy, es una tela que a modo de diadema utilizaban los guerreros para recogerse el pelo. Su calzado era unas alpargatas, que se ataban a la pierna y el pie, en el invierno se cubrían los pies ya las piernas con unas botas de piel y pelo de animal. 


El guerrero ibero

El guerrero de Mogente.

Su carácter fue descrito por los griegos, quienes se fascinaron por unos soldados que se lanzaban al combate sin miedo alguno y que resistían peleando sin retirarse aún con la batalla perdida, los guerreros a los que se referían eran mercenarios iberos reclutados por los griegos para sus propias guerras.
Economía
No sabemos mucho sobre la agricultura ibérica, pero sí lo suficiente como para deducir su importancia económica. Del estudio de una buena cantidad de piezas del utillaje agrícola halladas en los poblados del área valenciana, dedujo E. Plá que se había llegado en éste, como en otros edificios, a una especialización adecuada, dándose con la herramienta justa que en muchos casos ha llegado hasta nuestros días.
La agricultura que se practica es la de secano, siendo los cultivos fundamentales el cereal, el olivo y la vid, para la que está atestiguada ya en el siglo VI la obtención de excedentes con destino a su comercialización, así como las leguminosas (garbanzos, guisantes, habas y lentejas). Y por otra parte, se conocen diversas especies frutales, entre las cuales destaca el manzano, el granado y la higuera.


Tuvieron también cierta importancia determinados cultivos industriales, especialmente el lino en Saitabi (Játiva). Tenemos ampliamente documentada la industrialización del esparto, especialmente en el Campus Spartarius, al norte de Cartagena, con multitud de aplicaciones, entre las cuales sobresalen los cordajes para la navegación.


Respecto a la ganadería, no parece haber tenido un papel predominante, salvo quizá en regiones específicas, limitándose al papel habitual complementario de la agricultura. Sí es necesario señalar la importancia de ciertas especies como el caballo, utilizado en la caza y la guerra y probablemente símbolo de determinado estatus social en cuanto que da acceso a estas actividades. También debió tenerse en gran estima al buey y de la abundancia de ganado bovino nos hablan las frecuentes menciones del sagum o manto de lana ibérico en las fuentes romanas.


La caza, parece haber tenido una cierta importancia, según se deduce de su frecuente representación en la cerámica pintada, aunque quizá más como actividad social que económica. El jabalí debe haber sido la pieza reina, aunque junto a él se cazan igualmente cérvidos y varias especies menores.


ARTE Y CULTURA
El arte ibérico posee sus mejores manifestaciones en obras escultóricas de piedra y bronce, madera y barro cocido. Ofrece gran variedad regional con rasgos culturales de cada zona que se distribuye en tres zonas bien diferenciadas: Andalucía, la zona de Levante y el Centro peninsular.



Escultura

La escultura ibérica aparece en torno al 500 a.C. y constituye una de las manifestaciones más importantes de la cultura ibérica en la que confluyen influjos mediterráneos (griegos y fenicios principalmente) y autóctonos. Desde los primeros descubrimientos se han planteado entre los especialistas diversas hipótesis respecto a su origen.
Las diferentes influencias se ven reflejadas en las obras, algunas de estilo más orientalizante (Pozo Moro), con posibles influjos sirio-hititas, y otras de aspecto más jónico (Cerrillo Blanco, Porcuna), con algunas evocaciones del arte chipriota y etrusco.
Pintura
La pintura ibérica no reúne la perfección y el interés que ofrece la escultura, pero tampoco deja de tener su importancia aún prescindiendo de que muchas interesantes pinturas de las llamadas prehistóricas pueden datar de las edades del bronce y del hierro y sean, por lo mismo, verdadera y propiamente obras de arte ibéricas. Fuera de ellas, la pintura ibérica se reduce a decoraciones de numerosas vasijas y de algún muro de cámaras sepulcrales. Su mayor antigüedad se atribuye al siglo VI a.C. como puede inferirse por comparación con los restos de cerámica griega con los cuales se halla, a veces confundida la ibérica y, sin duda, que ésta fue siguiendo a través de las civilizaciones púnica y romana llegando quizá hasta la invasión de los bárbaros.

 

 
Kalathos ibérico decorado. Cueva del Cabuchico (Azuara, Zaragoza), siglo I a.C. Museo de Zaragoza.

Cerámica

Con la introducción del torno rápido por los fenicios en el siglo VIII a.C. se produce un cambio en la fabricación de la cerámica en el mundo indígena, lo que permite el desarrollo de una de las manifestaciones más características de la cultura ibérica.


Etapas de la cerámica ibérica, según Ruiz-Molinos:
Ibérico I (600/580–540/530 a.C.), protoibérico, orientalizante final. Vasos trípodes, vasos con asas triples, formas de barniz rojo y ánforas fenicias.
Ibérico II (540/530–450/425 a.C.), ibérico antiguo. Urnas de orejeras (Oral), vasos con borde de cabeza de ánade, decoración con bandas. Asociada con cerámica griega de origen masaliota o de Emporiton, y cerámicas áticas de figuras rojas. 


Ibérico III (450/425–350/300 a.C.), ibérico inicial-pleno. Diversificación de formas y motivos. Cerámica de barniz rojo-ibérico en el Levante y Andalucía. Apogeo de la cerámica ática de figuras rojas. Al final (350–300 a.C.) se produce un corte brusco de las importaciones de cerámica griega.
Ibérico IV (350/300–175/150 a.C.), Ibérico pleno-tardío. Máximo desarrollo de la diversificación. Aparición del estilo de Liria-Oliva. Las decoraciones son variadas e incluyen escenas con guerreros, de recolección, actividades textiles, caballeros, danzantes, músicos, animales, etc. Su final coincide con la aparición de la cerámica campaniense y el final de la segunda guerra púnica.
Ibérico V (175/150–60 d.C.), Ibérico tardío. Vinculada a las producciones romanas (campaniense A y B, sigillata). Estilo de Azaila, continuación del Elche-Archena.
Ibérico VI (60 d.C.–siglo II/III d.C.). Producción marginal con estilo ibérico en época romana. 


La Ruta de los Iberos es un proyecto de turismo cultural coordinado desde el Museo de Arqueología de Cataluña que tiene como objetivo dar a conocer los principales yacimientos ibéricos de nuestro país, así como los pueblos que los habitaban.
La Ruta de los Iberos os invita a seguir las huellas de una de las culturas más importantes de la península Ibérica disfrutando de un patrimonio arqueológico tan monumental como espectacular: ciudadelas fortificadas, poblados amurallados, ciudades que existieron hace más de 2.500 años. Actualmente, la Ruta está integrada por 16 yacimientos ibéricos musealizados que se estructuran en 7 itinerarios, identificados con el nombre con que los autores clásicos conocen los pueblos del nordeste peninsular:
El país de los indigetes, en las comarcas de Girona, que comprende los yacimientos de Ullastret (Ullastret, Baix Empordà), Castell (Palamós, Baix Empordà) y Puig Castellet (Lloret de Mar, la Selva). 


El país de los ilercavones, en las comarcas de Tarragona, con los yacimientos de El Castellet de Banyoles (Tivissa, Ribera d’Ebre), Sant Miquel (Vinebre, Ribera d’Ebre) y La Moleta del Remei (Alcanar, Montsià).
El país de los cesetanos, en las comarcas del Penedès, que comprende los poblados ibéricos de Olèrdola (Olèrdola, Alt Penedès) y La Ciutadella (Calafell, Baix Penedès). 


El país de los ilergetes, en las comarcas de Lleida, con los yacimientos de El Molí d’Espígol (Tornabous, Urgell) y La Fortalesa (Arbeca, Les Garrigues).
El país de los layetanos, en la zona de los ríos Llobregat y Tordera, representado por los poblados de Puig Castellar (Santa Coloma de Gramenet, Barcelonès) y Ca n’Oliver (Cerdanyola del Vallès, Vallès Occidental).
El país dels ausetanos, en la comarca de Osona, con los yacimientos de El Turó del Montgròs (El Brull, Osona), El Casol de Puigcastellet (Folgueroles, Osona) y L’Esquerda (Roda de Ter, Osona).
El país de los lacetanos, en torno al Bages, que es representado por el poblado ibérico de El Cogulló (Sallent, Bages). 


LAS DAMAS DE BAZA Y ELCHE


La Dama de Elche es un busto íbero tallado en piedra caliza que se data entre los siglos V y IV a. C. Mide 56 cm de altura y tiene en su espalda una cavidad casi esférica de 18 cm de diámetro y 16 de profundidad, que posiblemente servía, para introducir reliquias, objetos sagrados o cenizas como  al difunto. Otras muchas figuras ibéricas de carácter religioso, halladas en otros lugares, tienen también en su espalda un hueco y, como la Dama, sus hombros se muestran ligeramente curvados hacia delante.

La pieza se encontró cerca de Elche (España), donde existe un montículo que los árabes llamaron Alcudia ('montículo') y que en la antigüedad estaba casi rodeado por un río. Se sabe que fue un asentamiento íbero denominado Helike (en griego) y que los romanos llamaron Illici Augusta Colonia Julia. Cuando llegaron los árabes, situaron la ciudad más abajo, en la parte llana, conservando el topónimo romano de Illici, que fue arabizado por el sonido en «Elche».
Se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional de España, de Madrid (España)


LA DICHA DE BAZALOTE
La dicha de Balazote es una  ibérica escultura encontrada en el término municipal de Balazote, en la provincia de Albacete. Quienes primero la estudiaron fue un grupo de arqueólogos franceses que la identificaron como una especie de cierva; de ahí que "biche" fuera su primera denominación, castellanizándose posteriormente a dicha. Ha sido datada en el siglo VI a. C. Se encuentra depositada en el Museo Arqueológico Nacional de España (situado en Madrid) desde 1910.
Existen pocos datos sobre su hallazgo. Se sabe que fue encontrada en el paraje de los Majuelos, a escasa distancia del núcleo urbano. Recientes excavaciones en la vega de Balazote descubrieron un túmulo ibérico que permite situar tan singular pieza en el contexto de una necrópolis tumular a la que probablemente perteneció. Cerca del lugar también se rescataron importantes mosaicos de una villa romana.


Es una de las muestras escultóricas emblemáticas del Arte ibero. 


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La recreación del rito íbero del equinoccio de otoño en la Puerta del Sol de Puente Tablas (Jaén) permite revivir el encuentro entre el astro rey y la diosa de la fecundidad.
 
Será durante el amanecer de los días 20 al 25 de septiembre de la mano del Instituto Universitario de Arqueología Ibérica y permitirá acercarse a la cultura de los íberos durante sus 45 minutos de duración.
Puerta del Sol en Puente Tablas (Jaén)
La campaña de excavaciones en la ciudad íbera de Puente Tablas (Jaén), una de las ciudades fortificadas íberas más características de Andalucía, construida en el siglo VII a.C., terminó en marzo pasado con el descubrimiento de un santuario de inspiración oriental de casi 300 metros cuadrados, dedicado al culto oracular de una deidad femenina.

Diosa de la fecundidad

Este santuario ibérico está muy próximo a la puerta donde ya se halló una estela con la representación de una diosa de la fecundidad, con los brazos esculpidos sobre el vientre y marcas de una tiara y un manto. Además, la diosa parece sostener entre las manos un disco solar con el que recibiría la luz.
Ahora, coincidiendo con el equinoccio de otoño y gracias al dispositivo que se ha levantado en la Puerta del Sol por el equipo de investigación del Instituto de Arqueología Ibérica se puede recrear este ritual íbero asociado al Sol.
Puente Tablas (Jaén)

Un efecto solar mágico

Del 20 al 25 de septiembre, cuando amanece la luz solar pasa justamente por el centro del corredor de la puerta y su luz ilumina la estela de la diosa, empezando por la cabeza y terminando en los pies, mientras el entorno queda en penumbra.
La disposición de la puerta provoca que según asciende el Sol, la sombra caiga sobre la estela, escondiéndola y creando un efecto mágico de "aparición y desaparición de la diosa".

Este encuentro solar representa la unión mística y divina entre el dios masculino que simboliza el Sol y la diosa femenina, representada en la piedra.

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Descubrimiento sobre el mundo de los íberos en un yacimiento de Albacete


Tres vasos singulares de la "Pompeya iberica" revelan la mitología de los últimos noble íberos que se enfrentaron a la romanización en la Península Ibérica. Las piezas han sido halladas en el yacimiento de Libisosa (Albacete), el mejor conservado del periodo ibérico final en España.
Tinaja de los caballeros
Las representaciones de las tres piezas son muestras de la propaganda heroica que los aristócratas ibéricos encargaban en el primer tercio del siglo I a. C. Solo los guerreros, caballeros y oligarcas podían estar representados. Estos nobles, para crear un pasado épico, dejaron de utilizar la escultura y comenzaron a plasmar esta propaganda en vasijas de barro.
Para los científicos de la Universidad de Alicante que han hecho el descubrimiento en el yacimiento de Libisosa (Albacete), la iconografía ibérica en general es una especie de libro en imágenes que tienen que descifrar. Y estos vasos, en concreto, constan de una decoración figurada, ya sea humana o animal, de la aristocracia ibérica para su uso propagandístico. Intentan construir un currículo evocando un pasado heroico que no existió. Una mitología de su propia estirpe.

Representaciones en los tres vasos

Uno de los vasos –la tinaja de los caballeros– representa una lucha uno contra uno, un combate singular porque en ese momento era una práctica noble pasada de moda, que representa valores aristocráticos. En una segunda vasija hay un combate colectivo, simbólico. En la otra cara aparece un lenguaje muy antiguo: dos ciervos con aves posadas y enfrentadas al árbol sagrado o de la vida. El tercer vaso muestra un desfile heroico ecuestre del monarca a caballo, animal muy vinculado a la aristocracia.
Tinaja de los caballeros
Los científicos de la Universidad de Alicante que hallaron las piezas en el yacimiento de Libisosa (Albacete), en concreto Héctor Uroz Rodríguez, explican su trascendencia: “Tanta importancia tienen los vasos en sí como el contexto en el que aparecieron. Este lugar representa lo que se podría denominar como una ‘Pompeya ibérica’, porque cuenta con la fase del ibérico final mejor conservada de España”.

Una ciudad arrasada de un día para otro

“Por lo que se refiere a la época a la que pertenecen las vasijas –periodo ibérico final–, el yacimiento aparece como una tumba en vida –explica Uroz–, un poblado destruido de forma repentina de un día para otro, que causa un efecto Vesubio, pero provocado por el ejército romano”. Es un momento de guerras civiles entre romanos por el poder. Diversas facciones de su aristocracia luchan por el dominio unipersonal. Algo que no llegará hasta la época de Augusto, el primer emperador romano".
Según el investigador, la Península Ibérica –que era ya una provincia de Roma– sirve de campo de batalla de los conflictos entre los romanos. Libisosa desaparece con la Guerra de Sertorio, un general romano en conflicto con Cecilio Metelo. No existen fuentes literarias sobre la afiliación de este poblado respecto al conflicto.
“Libisosa no es solo importante por lo que se ha encontrado hasta ahora, sino también por el potencial que tiene. Hemos intervenido en 17 campañas de excavación, en el 10% del yacimiento. Tenemos inventariadas más de 145.000 piezas. Siempre digo que del mundo ibérico lo mejor está por descubrir y posiblemente lo encontremos algún día aquí”, concluye Uroz. El yacimiento de Libisosa se empezó a excavar en 1996 de forma ininterrumpida.
Al finalizar, podemos suponer que la diosa era guardada en una pequeña capilla que también fue descubierta junto a la puerta, a salvo de la intemperie hasta el siguiente rito solar en la primavera.